martes, 7 de septiembre de 2010

Sobre el Ver

“Poe y yo somos prisioneros del suspense. Si yo hiciera Cenicienta película todo el mundo buscaría el cadáver. Si Poe hubiera escrito La Bella Durmiente, todo el mundo buscaría al asesino” afirmó Hitchcock, según lo cuenta Guillermo Cabrera. Los ambientes sombríos y difusos puestos en marcha en textos o filmes de suspenso generan especial interés de los lectores-espectadores en tanto su rol es movilizado hacia la labor detectivesca. Encontrar al ladrón o descubrir el asesino, son tareas que el lector-espectador, ahora detective, policía o investigador, debe cumplir a través del seguimiento de pistas. Su imaginación le permite ver sin ver o escuchar el silencio.

La bruma recorre la ciudad mientras al detective sólo le vemos los pies. La imagen del asesino está en nuestra memoria. En cualquier momento atacará. ¿Estaré listo?...

Cristopher Vogler, en el viaje del escritor, dice “las buenas historias nos hacen sentir que hemos vivido una experiencia plena”.

…Por mi cuerpo corre el sudor, yo también soy el héroe.

Sin embargo, todo cambia cuando nos devuelven al mundo del lector-espectador. Pasamos en segundos de protagonistas a observadores de la inminente caída del héroe verdadero, pues nos revelan el secreto, nos es confiado el engaño, el truco, mientras el protagonista, ahora sin mi compañía, lo desconoce. Ahora nos convertimos en cómplices de la narración y nuestra emoción no está encarnada en el detective sino en aquello que le pueda suceder. Eso nos llena de miedo, de pasión, nuestra emoción llega hasta el límite, produce paranoia, sentimos vértigo…

No queremos ver pero a pesar de cerrar los ojos allí siguen las imágenes producidas por la música y entonces volvemos a ver pero de otra forma. Imaginamos el deceso del héroe, gracias a personas como Bernard Hermann. Ciudadano Kane, Vértigo o Taxi Driver, son testigos de su magistral composición musical.